Un día, sin darte cuenta, te abandonas. Sigues de frente, avanzas, pero te dejas atrás. Cuando lo descubres, es demasiado tarde. ¿Quién ha caminado? ¿Quién quedó atrás? Contrario a lo que se cree, el cuerpo sin alma es más pesado. Y mientras mayor es la distancia que los separa, la carga que arrastran los átomos aumenta. Y la ceguera. Porque poco a poco se pierde la vista, pero los ojos no se percatan hasta que la pérdida es irreversible. O al menos eso parece. Quizá si lograran reunirse nuevamente -cuerpo y alma- sería posible que volvieran a mirar. Luchan por recuperarse, pero no alcanzan a distinguirse. No saben que se buscan. No comprenden siquiera que están fracturados. El peso. La ceguera. Les engañan. El abandono es rapaz. Nada hay de lo que hubo. Y, entonces, sigues adelante sin ti.
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